Perfeccionismo: Cuando nada es suficiente (Y cómo liberarte de esa carga).

¿Te cuesta empezar algo si no está todo perfecto? ¿Sentís que nada de lo que hacés es suficiente? ¿Te exigís más de lo que le exigirías a cualquier otra persona? Si te sentís identificada, es probable que estés lidiando con el perfeccionismo, y no estás sola. Desde el enfoque de las terapias contextuales, hay formas amables y efectivas de abordar esta trampa mental.

¿Qué es el perfeccionismo, en palabras simples?

El perfeccionismo no es lo mismo que buscar mejorar o querer hacer bien las cosas. Es una exigencia interna constante, una voz que te dice que nunca es suficiente, que no podés fallar, que no podés mostrarte vulnerable o cometer errores.

El problema es que esa voz, lejos de ayudarte, te frena. Te hace procrastinar, evitar desafíos o vivir con ansiedad y culpa. En lugar de impulsarte, te desgasta.

¿Y qué son las terapias contextuales?

Las terapias contextuales forman parte de lo que se conoce como la “tercera ola” de terapias psicológicas. Incluyen enfoques como la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la Psicoterapia Analítica Funcional (FAP) y la Terapia Dialéctico Conductual (DBT), entre otras. Su foco no está en eliminar emociones o pensamientos incómodos, sino en cambiar la relación que tenemos con ellos.

En lugar de luchar contra lo que sentimos, estas terapias proponen aceptar, comprender y actuar en función de nuestros valores, incluso cuando la mente nos tire mensajes difíciles.

¿Cómo ayudan a combatir el perfeccionismo?

  1. Identificando la trampa del “debería”
    El perfeccionismo muchas veces nace de pensamientos como “debería hacerlo mejor”, “no debería equivocarme”, “debería poder con todo”. Las terapias contextuales te ayudan a observar esos pensamientos sin tomarlos como verdades absolutas. Son solo eso: pensamientos.
  2. Aceptando que el malestar forma parte del camino
    Hacer algo valioso, como iniciar un proyecto, mostrar tu arte o pedir ayuda, puede generar incomodidad. En vez de esperar a “sentirte lista” o a “hacerlo perfecto”, podés aprender a avanzar a pesar del miedo o la inseguridad.
  3. Conectándote con tus valores, no con tus estándares imposibles
    ¿Qué es realmente importante para vos? ¿Por qué hacés lo que hacés? Cuando actuás desde tus valores (como el amor, la creatividad, la conexión, el aprendizaje), el foco ya no está en “ser perfecto”, sino en vivir una vida con sentido. Y eso es mucho más liberador.
  4. Practicando la autocompasión
    Las terapias contextuales promueven una relación más amable con uno mismo. En lugar de castigarte por no ser perfecta, aprendés a tratarte con comprensión. ¿Le hablarías a una amiga como te hablás a vos? Probablemente no. Entonces, ¿por qué no empezar a cambiar el tono?
  5. Aprendiendo a estar presente
    El perfeccionismo muchas veces te lleva a vivir en el futuro (“¿Y si fallo?”, “¿Qué van a pensar?”) o a repasar errores del pasado. La práctica de mindfulness, que es parte de muchas terapias contextuales, te ayuda a anclarte en el aquí y ahora, y a tomar decisiones más conscientes.

Pequeños pasos que podés probar hoy

  • Entregá algo aunque no esté perfecto. Observá qué pasa.
  • Anotá tus “deberías” y cuestionálos. ¿Quién los impuso?
  • Hacé algo por el simple hecho de disfrutarlo, no de destacarte.
  • Hablale a tu voz crítica como si fuera una radio: podés escucharla, pero no tenés que hacerle caso.
  • Celebrá los errores como señales de que estás aprendiendo.

Una frase para llevarte:

“No sos tus pensamientos. Sos quien elige cómo actuar frente a ellos.”

El camino para soltar el perfeccionismo no es fácil, pero sí posible. Y no estás sola: podés buscar acompañamiento terapéutico, especialmente en enfoques que te ayuden a construir una vida con sentido, y no con estándares imposibles.

×