Síndrome de Burnout en Mujeres:Cuando el Agotamiento se Vuelve Crónico

En los últimos años, el término burnout ha dejado de ser un concepto exclusivo del ámbito laboral para convertirse en una realidad cotidiana, especialmente para las mujeres. Como terapeuta especializada en terapias contextuales, he observado cómo este agotamiento crónico se entrelaza con mandatos de género, desigualdades estructurales y una carga mental que muchas llevan en silencio.

¿Por Qué el Burnout Afecta Más a las Mujeres?

El burnout no es solo cansancio: es un colapso físico, emocional y mental resultado de un estrés prolongado. Y aunque cualquier persona puede padecerlo, las mujeres enfrentamos factores únicos que lo exacerban:

  1. La Doble (o Triple) Jornada: Muchas mujeres combinan trabajos remunerados con el cuidado del hogar, hijos/as, adultos mayores y la gestión emocional de sus entornos. Esta sobrecarga, raramente compartida equitativamente, agota recursos psicológicos.
  2. El Mandato del “Cuidado”: Desde pequeñas, se nos enseña que nuestro rol está asociado a los cuidados y a sostener. Decir “no” genera culpa, y priorizarnos parece un lujo egoísta.
  3. Ambientes Laborales Sexistas: Techos de cristal, salarios desiguales y la necesidad de demostrar “el doble” para ser valoradas generan un desgaste acumulativo.
  4. La Exigencia de la “Superwoman”: La presión por ser perfectas en todo —madres, profesionales, parejas, cuidadoras— nos lleva a ignorar señales de agotamiento hasta que el cuerpo dice “basta”.

Señales de Alerta: Más Allá del Cansancio

El burnout en mujeres suele manifestarse con:

  • Fatiga crónica (aún después de dormir).
  • Irritabilidad o desesperanza (sentir que “nada tiene sentido”).
  • Somatizaciones: migrañas, problemas digestivos, insomnio.
  • Despersonalización: desconexión emocional incluso en actividades que antes disfrutabas.
  • Culpa constante por “no dar abasto”.

Herramientas desde una Terapia Contextual y Feminista

  1. Nombrar lo Invisible: El primer paso es reconocer que no es “falta de organización” sino un problema sistémico. La terapia ayuda a distinguir entre “lo que me corresponde” y “lo que me impusieron”.
  2. Redistribuir Cargas: Delegar tareas domésticas, pedir apoyo en el cuidado y soltar la exigencia de perfección. No es egoísmo: es justicia cognitiva.
  3. Reconectar con el Placer: El burnout nos roba la capacidad de disfrute. Incorporar pequeñas pausas simbolizan pequeños grandes pasos (un café en silencio, un paseo sin propósito)
  4. Cuestionar el “Deber Ser”: ¿Quién define que “lo estás haciendo mal”? ¿Qué pasaría si priorizas tu bienestar? La perspectiva feminista en terapia invita a reescribir estos guiones.

Un Cambio Colectivo

Individualmente, podemos aprender a poner límites, pero el burnout en mujeres también exige cambios estructurales: políticas laborales con perspectiva de género, corresponsabilidad real en los hogares y una sociedad que deje de romantizar el “sacrificio femenino”.

Si te sientes identificada, no estás exagerando. Busca apoyo, redefine prioridades y recordá: descansar no es un premio, es un derecho.

¿Has experimentado burnout? ¿Cómo lo gestionaste? Te leo en comentarios.

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